jueves, 27 de octubre de 2011

OTROS DE NUESTROS GRANDES ESCRITORES

Alfonsina Storni: Una vida de letras
El mar fue el testigo de la desventura de una mujer, cuyo talento innato para expresar en palabras los sentimientos más profundos de los seres humanos no pudo acallar la tristeza que la llevo a tomar la decisión más difícil de su vida, eligiendo las costas de Mar del Plata como escenario final de su existencia terrenal.

Ese final que ha sido tan bien plasmado en una sencilla pero emotiva zamba compuesta por Ariel Ramírez y Félix Luna, y que popularizó con su voz la gran Mercedes Sosa, en la que se plantea la inquietud sobre la desaparición de la artista, preguntándole a ella misma cuáles son los nuevos poemas que ha ido a buscar.

Es que la incertidumbre y las inquietudes ante el suicidio de Alfonsina Storni aún hoy, después de que transcurrieran más de siete décadas de aquella trágica muerte, continúan surgiendo una y otra vez, y son respondidas con argumentos nacidos en el imaginario nacional, porque nadie puede explicarse que su vida haya concluido de esa manera.

Se supone que un artista logra exorcizar sus demonios a través de su arte. Por lo menos es lo que consideran muchos que sucede a través de la magia del verdadero talento artístico.

Sin embargo, las palabras que inundaban constantemente la mente de Alfonsina, y que fueron magistralmente utilizada en los miles de hermosos poemas compuestos de su puño y letra, no le alcanzaron para luchar contra la triste realidad de su vida.

Pudiera ser que todo lo que en verso he sentido

Alfonsina Storni nació el 29 de mayo de 1892 en la ciudad Sala Capriasca, de Suiza, siendo la hija menor del matrimonio conformado por Alfonso Storni y Paulina Martignoni, quienes además tenían dos hijos llamados María y Romero

Su familia había estado previamente asentada durante un tiempo en la provincia argentina de San Juan, hasta el año 1880 en que decidieron volver a Suiza, por ello Alfonsina nació en aquel país europeo, aunque existen algunas versiones que indican que podría haber llegado a nacer en altamar el 22 de mayo, y que en realidad fue anotada días después.

Lo cierto es que su nombre fue elegido por su padre, y según ella misma afirmaba: “Me llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo”.

Cuando tenía 4 años de edad, Alfonsina llegó con sus padres a la provincia de San Juan, donde realizó sus estudios y paralelamente comenzó a surgir el talento innato de la que se convertiría en una de las más grandes literatas del país.

Pero San Juan no sería el lugar definitivo de Alfonsina, ya que en el año 1901, poco después de que naciera su hermano menor llamado Hildo Alberto, con quien la poetisa establecería una relación de cariño y protección, la familia se trasladó a la ciudad de Rosario.

Allí, su madre inauguró una humilde y pequeña academia en la que ofrecía clases particulares en distintas áreas, y ese pasó a ser el sostén principal de la familia, por lo cual comenzaron los tiempos duros, en los que la economía que manejaban los Storni los ubicó en el umbral de la pobreza.

Debido a esto, Alfonsina debió abandonar sus estudios y comenzar a trabajar como lava platos, cuando sólo tenía diez años.

La situación de su familia empeoraba cada vez más, y su padre, entregado a la bebida, comenzó a transitar un declive que lo llevaría a la muerte. En este entorno de tristezas e impotencias fue donde se desarrolló la poetisa, quizás intentando canalizar su pesar en las letras.

Un giro del destino hizo que Alfonsina fuera requerida por la compañía teatral de Manuel Cordero, y posteriormente contratada por la compañía de José Tallavi. Con aquel trabajo de actriz, la joven y su familia recorrieron el interior del país y pudieron salir momentáneamente de aquella dura situación económica.

A partir de ese momento comenzó no sólo la independización de Alfonsina sino también su producción literaria, que transitaba por los versos de las poesías y la prosa de las obras de teatro. Además se desenvolvía como profesora particular de recitado y buenos modales.

Esto le permitió finalizar sus estudios de docente en la carrera de maestro rural en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales. Fue en aquel momento que conoció a Emilia Pérez de la Barra, su profesora de la cátedra de Idioma Nacional, quien la estimuló a trabajar duro en la producción literaria, ya que había descubierto el gran talento que Alfonsina tenía para las letras.

Poco después decidió mudarse a la ciudad de Buenos Aires, precisamente en el año 1911, momento en que daría a luz a su hijo Alejandro, siendo madre soltera.

En Buenos Aires trabajó en diversos oficios, desde cajera de farmacia, empleada de tienda, hasta como docente en la Escuela para Niños Débiles del Parque Chacabuco, institución educativa destina a niños pobres que se encontraban en situación de raquitismo.

Mientras tanto, Alfonsina jamás abandonó su creación, e incluso comenzó a publicar algunos escritos en la revista Caras y Caretas, y la redacción de avisos publicitarios y cartas comerciales para la compañía de importación de aceite Freixas Hermanos.

Fue durante su paso por la revista Caras y Caretas que Alfonsina tuvo la posibilidad de establecer amistad con importantes escritores del país, como es el caso de José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel Ugarte. Además, durante sus frecuentes viajes a Montevideo, Uruguay, trabó amistad con la poetisa Juana de Ibarbourou y el escritor Horacio Quiroga.

La amistad con el literato fue realmente profunda y era frecuente verlos juntos, por lo que muchos comenzaron a especular con la posibilidad de que existía entre ambos una relación amorosa, aunque esto jamás se supo con certeza.


Victoria Ocampo: Entre las letras y la política
“Mi única ambición es llegar a escribir un día más o menos bien, más o menos mal, pero como una mujer”. Con esta sencilla pero elocuente frase, Victoria Ocampo definió su rol dentro de la literatura argentina, aunque su talento la llevó más allá de sus expectativas.

Con un profundo conocimiento cultural y un amor por las letras que trascendió más allá de su desaparición física, Victoria Ocampo logró en su vida llevar adelante todas las empresas que se había propuesto, convirtiéndose no sólo en escritora, sino también en ensayista, traductora y una de las intelectuales más destacadas de nuestro país.

Muchos la recuerdan sobre todo por haber sido la fundadora de la mítica revista Sur, medio que en poco tiempo se transformó en uno de los de mayor influencia en el ámbito literario, con colaboraciones realizadas por autores tales como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Ernesto Sábato y Julio Cortázar, por nombrar sólo algunos.

La escritora nació el 7 de abril de 1890 en la ciudad de Buenos Aires, y fue bautizada con el nombre de Ramona Victoria Epifanía Rufina Ocampo.

Tuvo la fortuna se crecer en el seno de una familia argentina acomodada, siendo su padre el ingeniero Manuel Ocampo y su madre Ramona de Aguirre de Ocampo, ambos pertenecientes a la aristocracia porteña.

Por eso motivo seguramente, Victoria tuvo una infancia y adolescencia en las que se pusieron de relieve las tradiciones familiares y las buenas costumbres, además de poder acceder a una excelente educación, y nutrir sus capacidades desde muy pequeña.

Recibió toda su educación de manera particular y domiciliaria, y siempre demostró ser una joven inteligente y capaz, que gustaba sobre todo de la lectura y de la escritura creativa.

Si bien no se conocen demasiados datos de su adolescencia, se sabe que durante su primera juventud debió enfrentarse al fantasma de la muerte, cuando murió su hermana Clara.

Al cumplir su mayoría de edad, Victoria Ocampo comenzó a desarrollar lentamente una personalidad y una ideología feminista, que en definitiva marcaría toda su obra.

Por aquella época, la joven bailaba tango, andaba a caballo, usaba pantalones, maneja autos y solía bañarse en las playas públicas de Mar del Plata, todo esto a pesar de la mirada inquisidora de sus pares y familiares.

Tengamos en cuenta que en esa época, las mujeres que solían realizar ese tipo de actividades no eran bien vista por la sociedad.

En medio de toda la controversia generada por su personalidad y actitudes, llegó el amor a la vida de Victoria, y decide casarse en el año 1912 con Luis Bernardo Mónaco de Estrada, un destacado profesor universitario.

Pero el idilio amoroso no duró demasiado, y durante la luna de miel que la pareja vive en Europa comienzan a surgir fuertes asperezas que darán como resultado el quiebre de la relación, y que posteriormente Victoria comience una relación extramatrimonial con Julián Martínez Estrada, primo de su marido.

Después de ocho años de mantener una relación matrimonial que muchos consideraron ficticia, finalmente Victoria decide independizarse y mudarse sola a un departamento, lugar que también sirvió de encuentro para la relación que mantenía con Julián, que según las propias palabras de la escritora fue el gran amor de su vida.

Paralelamente, en el mes de mayo de 1920, Victoria inicia lo que se convertiría en una carrera brillante, con la publicación de su primera nota para el diario La Nación, titulada “Babel”, donde la escritora ponía de manifiesto las diferencias entre los seres humanos y las desigualdades de género.

Luego llegaría la publicación de su primer libro, titulado “De Francesca a Beatrice” y que fuera publicado en el año 1924 y comentado por su amigo José Ortega y Gasset dentro de una edición de la prestigiosa Revista de Occidente.

Durante sus reiterados viajes al exterior, Victoria Ocampo tuvo la posibilidad de conocer a destacados artistas tales como Hermann Graf Keyserling, Eduardo Mallea, Waldo Frank, Jacques Lacan, Ramón Gómez de la Serna, Leo Ferrero, Sergéi Eisenstein, entre otros.

A su regreso, la escritora comenzó a definir uno de los más significativos proyectos de su vida, la creación de la revista Sur, destinada a difundir todo lo que estuviera relacionado con la cultura, y cuyo primer número fue publicado el 1 de enero de 1931.

Rápidamente la publicación se convirtió en uno de los medios más importantes del país, no sólo influyente en el ámbito de la cultura, sino también en el campo político con una clara tendencia antiperonista, a partir de la llegada al poder del General Juan Domingo Perón. La revista se mantuvo en circulación durante cuatro décadas.

Cabe destacar que su participación política en el país era realmente activa, participando en diferentes movimientos intelectuales y antifascistas y siempre criticando duramente al peronismo, ya que consideraba que el gobierno del General Juan Domingo Perón era antidemocrático.

Gracias a su actividad constante, en el año 1936 Victoria Ocampo fue elegida para ocupar el cargo de Presidente de la Unión de Mujeres Argentinas, cuyo fin era luchar para obtener la reforma de la ley que establecía los derechos de las mujeres casadas.

Tres años antes, precisamente en 1933, Victoria se entera de la muerte de su marido, y a partir de allí decide comenzar a redactar los textos que luego serían publicados en la revista Sur a través de la columna denominada “Testimonios”.

Su militancia política no se detenía, y por supuesto utilizaba su revista para denunciar al peronismo y presentar permanentemente su oposición al gobierno. Esto la llevó a la cárcel en el año 1953, cuando había cumplido 63 años, siendo acusada de almacenar en su casa de Mar del Plata un completo arsenal que sería utilizado por los enemigos del régimen peronista.

La mala situación económica del país para el año 1955, puso a Victoria Ocampo en un momento difícil, y debido a la gran inversión que había realizado para su revista Sur, se encontró ante la obligación de llevar una vida más humilde, sin los lujos a los que estaba acostumbrada, rozando prácticamente con la quiebra.

Mientras tanto, Victoria no sólo se mantuvo al frente de la dirección de la revista Sur, sino que además produjo una gran cantidad de obras, entre las que se encuentran “La laguna de los nenúfares”, “Domingos en Hyde Park”, “Le Vert Paradis”, “Lawrence de Arabia y otros ensayos”, “Tagore en las barrancas de San Isidro”, “La bella y sus enamorados”, “Diálogo con Borges”, “La mujer y su expresión”, entre otros, y por supuesto su autobiografía publicada en distintos tomos a lo largo de casi diez años.

Al cumplir los 88 años de edad, después de haber padecido un cáncer de paladar, el 27 de enero de 1979 Victoria Ocampo exhaló su último respiro en su adorada habitación de la Villa Ocampo.


Florencio Molina Campos: El retrato campero

Quienes tengan la posibilidad de visitar el Museo Florencio Molina Campos, que se encuentra en el partido bonaerense de Moreno, precisamente en la calle Molina Campos 342, podrán acceder a la visión completa de su obra, tantas veces falsificada e incluso utilizada fuera de contexto.

Es que en realidad, a más de un lector le habrá sucedido encontrarse frente a una mala reproducción de algunas de las pinturas de Molina Campos, que saltan a nuestra vista en un simple papel ilustración utilizado para adosar un almanaque.

Lo cierto es que a pesar de tratarse de uno de los artistas más destacados y talentosos de nuestro país, las obras de Molina Campos han sido durante años objeto de una verdadera desvalorización, que no ha permitido considerar al pintor en su real dimensión artística.

Por ello, una excelente alternativa para conocer al artista y su obra es visitar el mencionado museo, en el que se encuentran en exposición más de 140 pinturas que demuestran sin dudas no sólo el talento que Molina Campos plasmaba con su pincel en el óleo, sino también la visión del artista en lo que se refiere a las tradiciones camperas de nuestro país.

La particularidad de su obra

Los colores, las texturas, las expresiones de los personajes, las situaciones y un cierto toque humorístico dando marco al retrato que Molina Campos intentó, con real éxito, plasmar del gaucho argentino, parecen salir de las pinturas e invadir el espacio exterior ante la mirada atónita del espectador.

El principal objetivo de sus dibujos y pinturas fue desde siempre retratar las viñetas gauchescas, con un cierto tono de humor, que le otorgó frescura a cada una de sus composiciones.

Si bien su obra posee un tono caricaturesco, lo cierto es que muchos expertos lo han considerado como un artista que ha sabido utilizar en sus pinturas una fuerte influencia del expresionismo.

Todo su talento y creatividad de volcó por completo en reflejar la realidad nacional del ámbito campero, incluyendo en sus dibujos su aguda visión, y en definitiva su crítica a la sociedad.

Sus dibujos se caracterizan por presentar ciertas características que lo hacen original e imposible de copiar sin ser descubierto. Los paisajes profundos con horizontes realmente bajos, los caballos galopando con sus cuatro patas en el aire, y otros detalles que han demostrado la aguda visión que poseía Molina Campos, y esa memoria fotográfica que él mismo aseguraba tener y que le permitió plasmar la realidad tal cual podía observarla con sus propios ojos.




La vida del artista

Nacido en la ciudad de Buenos Aires el 21 de agosto de 1891, en el seno de una familia con fuertes raíces y tradiciones castrenses, fue bautizado con el nombre de Florencio de los Ángeles Molina Campos.

Su padre era Florencio Molina Salas, y su madre Josefina del Corazón de Jesús Campos y Campos, ambos provenientes de familias tradicionales del país del tiempo de la Colonia, que mantenía un fuerte amor por el campo.

Es por ese motivo que el pequeño Florencio vivió su niñez y adolescencia más ligado al campo que a la ciudad, disfrutando de sus largas estadías en las zonas rurales bonaerenses de los llamados pagos del Tuyú y General Maradiaga, y en la localidad de Chajarí, en la provincia de Entre Ríos, áreas donde sus padres poseían campos heredados de la familia.

Esto hizo que la ciudad no fuera el ámbito ideal para Florencio, quien esperaba con ansías los viajes al campo, donde comenzó a sentirse atraído por el paisaje, que poco a poco daría lugar al nacimiento de la visión del artista plástico.

A mediados del año 1920 Florencio Molina Campos, luego de mantener un noviazgo con la joven María Hortensia Palacios Avellaneda, hija de Rodolfo Palacios y María Avellaneda, decidió contraer matrimonio con ella, unión que daría como resultado el nacimiento de Hortensia, la que sería su única hija. Pero el matrimonio no duró demasiado.

Mientras tanto, Florencio Molina Campos continuaba persiguiendo su sueño, que en definitiva era simplemente llegar con su obra a cada rincón del país, y poder vivir de su arte.

Esto lo llevó en el año 1926 a realizar su primera exposición de cuadros, la cual tuvo lugar en el Galpón de Palermo de la Sociedad Rural Argentina, muestra que contó con la presencia de importantes figuras del país, como fue el caso del entonces Presidente de la Nación, Marcelo T. De Alvear, quien de inmediato se declaró ferviente admirador de su obra, y le otorgó como reconocimiento una cátedra en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda.

Un año después el amor llegaría nuevamente a la vida de Florencio, cuando durante una muestra en la ciudad de Mar del Plata conoció a María Elvira Ponce Aguirre, una joven mendocina que supo conquistar el corazón del artista, y que compartió su vida con él hasta 1959, año en que murió Florencio.

En poco tiempo, la consagración y el reconocimiento llegaron a la vida de Molina Campos, permitiéndole no sólo cumplir su sueño de llegar a ser conocido en la Argentina, sino también a que su obra cruzara las fronteras del país, y lo llevara al Continente Europeo.

Su fama en el exterior creció de una manera que jamás lo habría podido prever, e incluso fue contratado por Walt Disney para cumplir el rol de asesor en el equipo de dibujantes a cargo de una serie de películas que se encontraban en producción, pero las diferencias en la visión del gaucho argentino entre el artista y los responsables de la productora norteamericana hicieron que no pudiera ser posible el trabajo conjunto.

Sin lugar a dudas, uno de los trabajos más recordados de Molina Campos en la Argentina fue el realizado para la firma Alpargatas, para la cual ilustró con sus dibujos los almanaques publicados desde el año 1931 a 1936, 1940 a 1945, 1961 y 1962.

Los últimos años de su vida fueron realmente difíciles, ya que Florencia Molina Campos debió enfrentarse a distintos tratamientos y operaciones para luchar con una enfermedad terminal, que lo llevó a la muerte el 16 de noviembre de 1959.


Guillermo Divito: Un universo de personajes en lápiz y papel


Seguramente más de un lector al ver o escuchar el nombre de Guillermo Divito se retrotraiga a la Argentina de los años cincuenta, cuando en los kioscos de revista de barrio se hacían colas para esperar la llegada del nuevo ejemplar de la revista Rico Tipo.

En realidad, en la época que abarcan las décadas que van de los años cuarenta a los sesenta en el país, se sitúa sin dudas a Guillermo Divito como uno de los más importantes ilustradores y caricaturistas, que inició en Argentina la corriente del humor gráfico, por lo que se ha convertido en una verdadera leyenda nacional, tanto el dibujante como toda su creación.

Willy, como lo llamaban los amigos, nació el 16 de julio de 1914 en la ciudad de Buenos Aires, bajo el nombre de José Antonio Guillermo Divito.

Hijo de un prestigioso médico, y criado en el seno de una familia con fuertes tradiciones y de acomodado pasar económico, ya desde niño sus padres habían trazado el destino que seguiría el pequeño, y soñaban con que su hijo realizará los estudios en la universidad siguiendo los pasos del padre en el ámbito de la salud.

Sin embargo, desde muy joven Guillermo comenzó a mostrar una personalidad rebelde, inclinada hacia la satisfacción de sus placeres mundanos, por lo cual su educación formal no daba buenos resultados.

Él sabía que su gran pasión era dibujar, por lo que pasaba largas horas esbozando distintos personajes en trozos de papel, hasta que comenzó a relacionarse con la editorial Columba, en la que publicó su primer trabajo como dibujante en el año 1931, precisamente en la revista Páginas de Columba, donde Divito mostró la gran influencia que poseía del caricaturista Alberto Iribarren.

Sus ilustraciones cada vez más asiduas en dicha publicación causaron la mejor de las impresiones en el público lector, que ya había comenzado a tomarle cariño a ese carismático dibujante que sabía ilustrar con humor realmente certero.

El éxito y la fama no tardaron en llegar, y esto produjo que Guillermo Divito se convirtiera en uno de los ilustradores más destacados del país, colaborando en prestigiosas publicaciones tales como El Hogar, Semana Gráfica, Crítica y Patoruzú.

Afianzado ya con su estilo propio, Guillermo Divito crea una serie de personajes entrañables de la historieta argentina, como es el caso de “El enemigo del Hombre” y “Oscar dientes de leche”.

Luego llegaron “El Dr. Merengue”, que fue publicado en la revista El Hogar y que reflejaba el estereotipo psicoanalítico de la época, y “Bómbolo”, que aparecía en el diario La Prensa y se caracterizaba por ser un personaje sencillo, ingenuo y bonachón, que siempre debía enfrentarse a situaciones adversas debido a su credulidad.

Por supuesto, también llegaron junto con estos personajes las célebres “chicas” de Divito, las que tuvieron su primera aparición en la revista Patoruzú, hasta que fue censurado por el editor Dante Quinterno, que consideraba que las faldas de los personajes femeninos eran demasiado cortas.

Recordemos que las “chicas” de Divito se caracterizaban por presentar una imagen de curvas marcadas y a la vez estilizadas, con pequeñas cinturas y caderas prominentes, y que sumaban actitudes audaces y poco convencionales para la época.

Esas “chicas” no tardaron en convertirse en la gran fantasía de los hombres y el modelo de belleza a seguir en las mujeres de aquella época.

Se dice que fueron los desacuerdos con Dante Quinterno en relación a las “chicas” el origen de la necesidad de Guillermo Divito por emprender su propio proyecto.

De esta manera, el 16 de noviembre de 1944 llega a los kioscos de revista la publicación “Rico Tipo”, en la que Divito logra plasmar toda su estética de dibujante, sin tener que reprimir sus convicciones en torno a la opinión de un editor.

El éxito inmediato de la revista fue tal, que al año siguiente de aquella primera publicación “Rico Tipo” alcanza una tirada de 350.000 ejemplares semanales.

En sus páginas impresas no sólo estaban presentes las famosas “chicas” de Divito, que alcanzaron su esplendor en dicha publicación, sino que también se daban cita los más originales y entrañables personajes, que reflejaban con humor y crítica la realidad argentina.

Se sumaron “El otro yo del doctor Merengue”, “Fallutelli”, “Bómbolo”, “Pochita Morfoni”, “Fúlmine”, “Gracielita y El abuelo”, sirviendo incluso como plataforma ideal para el lanzamiento de nuevos personajes.

Incluso algunos de ellos llegó a obtener tanto éxito que requirieron ser publicados en revistas propias, como fue el caso de “Fúlmine”, “Falluteli” y “Pochita Morfoni”, todos ellos con una repercusión popular inimaginable.

Otro de los aspectos que hicieron de “Rico Tipo” una de las revistas más importantes del país fue la gran calidad de sus colaboradores, siendo también un espacio para inició de la carrera de gran cantidad de dibujantes argentinos.

Por sus páginas pasaron Oscar Conti "Oski", Alejandro del Prado "Calé", Horacio S. Meyrialle, Carlos Warnes "César Bruto", Miguel Ángel Bavio Esquiú "Juan Mondiola", Rodolfo M. Taboada, Juan Ángel Cotta, Faruk, Gius, Pedro Seguí, Toño Gallo, Joaquín Lavado "Quino", Billy Kerosene, Mazzone, Wimpi, Guillermo Guerrero, entre muchos otros artistas. Lo que demuestra que es realmente certero lo que una oportunidad mencionó Geno Díaz, que dijo: “Todo el quién es quién del humor argentino pasó por Rico Tipo”.

La muerte llegó a la vida de Guillermo Divito el 5 de julio de 1969, en el territorio brasilero y a causo de un accidente automovilístico producido cuando con su auto deportivo embistió contra un camión en una ruta.

En vida, Guillermo Divito tuvo la fortuna de disfrutar de una existencia acorde a sus gustos, satisfaciendo cada uno de sus placeres que consistían en viajar, disfrutar de una buena comida, escuchar jazz y conducir autos deportivos.

Tres años más tarde desaparecía para siempre la revista “Rico Tipo”, dejando para siempre una marca indisoluble que dio comienzo a la era del humor gráfico en la Argentina.

ERNESTO SÁBATO

La obra de Ernesto Sábato (1911) El túnel (1948) trata de un hombre que recurre al crimen como única salida a su radical incomunicación con los demás. Sobre héroes y tumbas (1961) narra una terrible historia de amor y soledad que revela la maldad del mundo contemporáneo.
nació en Rojas provincia de Buenos Aires, en 1911 hizo su doctorado en física y cursos de filosofía en la Universidad de La Plata; trabajó en el laboratorio Curie, y abandonó definitivamente la ciencia en 1945 para dedicarse a la literatura.
Este escritor argentino es también el autor de Abaddón el exterminador (1974), de parecida complejidad, y de varios ensayos (El escritor y sus fantasmas, 1963).

Ha escrito varios libros de ensayos o sobre el hombre en la crisis de nuestro tiempo y sobre el sentido de la actividad literarria. Uno y el Universo (1945; versión definitiva Seix Barral, 1979), Hombres y engranajes (1951; versión definitiva Seix Barral 1991) El escritor y sus fantasmas (1963; versión definitiva Seix Barral, 1979), Apologías y rechazos (Seix Barral, 1979). Sus tres novelas, cuyas versiones definitivas se honró en presentar Seix Barral al público de habla hispana en 1978, recorrieron el mundo: El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961), Abaddón el exterminador(1974; premiada en París como la mejor novela extranjera publicada en Ficción en 1976).

Escritores tan dispares como Camus, Greene y Minn como Quasimodo y Piovene, como Gombíowiez y Nadeau han escrito con admiración sobre su obra.

En 1983 fue elegido presidente de la Comisión Nacional de Desaparición cíe Personas, creada por decisión del Presidente de la República Aentina, Raúl Alfonsín. Fruto de las tareas de esta comisión fue el sobrecogedor volumen Nunca más (Seix Barral, 1985), conocido como “Informe Sábato”.

El 20 de septiembre de 1984, Sábato entregó al presidente Raúl Ricardo Alfonsín el informe de la comisión. Ese día, los organismos de derechos humanos convocaron a una concentración para respaldar dicha ceremonia, a la que acudieron cerca de 70.000 personas.

En 1984 obtuvo el Premio Cervantes, y en 1989, el Premio Jerusalén.

El volumen Entre la letra y la sangre (Seix Barral, 1989) reúne sus conversaciones con Carlos Catania. Lo mejor de Ernesto Sábato (Seix Barral, 1989) es un reader cuya selección, prólogo y comentarios estuvieron a cargo del autor.

Luego de graduado, se trasladó a Francia, donde trabajó en el Laboratorio Curie sobre radiaciones atómicas, al tiempo que toma contacto con los surrealistas. De vuelta a su país, imparte clases de Física en la universidad.. En 1945 publicó su primera obra Uno y el Universo, colección de breves ensayos. Ese mismo año abandona su primera vocación científica, para dedicarse por completo a la literatura.

Trabajó como profesor de Física en la Universidad Nacional de La Plata y en el Instituto Superior del Profesorado, y colaboró en la revista Sur, el diario La Nación y otras publicaciones. Actuó entonces como asesor de editoriales, asistente en París y Roma del comité ejecutivo de la Unesco, director de la revista Mundo Argentino y director de relaciones culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.

En los años 50 atravesó una crisis producto de las contradicciones entre un mundo "claro y luminoso de las matemática", según sus palabras, y el atormentado y complejo mundo de la literatura. A esta época corresponden sus ensayos Hombres y engranajes, escrito en 1951, y Heterodoxia, 1953, en los que realiza una crítica en profundidad sobre el futuro de la ciencia desde una óptica humanista.

A la edad de 99 años, falleció en su casa de Buenos Aires, el gran escritor Ernesto Sábato, una de las conciencias éticas, políticas y estéticas del continente.

Así recuerda Sábato sus días de juventud como estudiante y profesional:
"Desde 1930 milité en la Juventud Comunista, cuando la dictadura del general Uriburu. Abandoné estudios, familia y mis comodidades burguesas. Viví con nombre supuesto en La Plata, en cuyos suburbios estaban los dos frigoríficos más grandes del país, donde se explotaba despiadadamente a toda clase de inmigrantes, que vivían amontonados en tugurios de zinc, rodeados de pantanos de aguas podridas. Repartíamos manifiestos, participábamos de la organización de huelgas. Hacia 1933 fue ya secretario de la Juventud Comunista, cuando habían empezado mis dudas sobre el estalinismo, y entonces resolvieron mandarme a las Escuelas Leninistas de Moscú, a purificarme. Si hubiese ido, no habría vuelto jamás vivo. Tenía que pasar previamente por Bruselas, por un congreso contra el fascismo y allí supe con horrendos detalles de los "procesos" de Moscú. Me escapé a París, viví un invierno muy duro en la piecita de un compañero disidente, mientras el partido me buscaba. Logré volver a la Plata, donde proseguí mi carrera en física-matemática. Cuando terminé mi dieron una bourse para trabajar en el laboratorio Curie, donde trabajé durante casi un año y, allí en París, asistí a la ruptura del átomo de uranio, que se disputaban tres laboratorios: ganó la "carrera" un alemán. Pensé que era el comienzo del Apocalipsis. Viví en una confusión horrible, mientras escribía mi primera novela y cometí la infamia de dejar que Matilde se volviera a la Argentina con nuestro primer hijo, de pocos meses, mientras yo tenía una amante rusa.

Adolfo Bioy Casares:
La parodia de la fantasía


Hace poco más de una década, precisamente un 8 de marzo de 1999 nos dejaba para siempre el gran literato argentino Adolfo Bioy Casares, que había nacido un 15 de septiembre de 1914, hijo único de Adolfo Bioy Domecq y Marta Ignacia Casares Lynch.

Criado y educado en el entorno de una familia porteña acomodada, desde muy pequeño Adolfo pudo dedicarse por completo a lo que más amaba, y que en definitiva se convertiría con el paso de los años en su vocación única e irrefrenable: la literatura.

Hoy, a pesar de no encontrarse físicamente con nosotros, nos ha dejado para siempre el placer de disfrutar de su

arte, perpetuándose de esta forma en una existencia constante y eterna, que llega a todo el planeta a través del universo de las palabras.

Podríamos asegurar que si bien su obra literaria ha recorrido los más diversos caminos, e incluso ha llegado a convertirse en inspiración para otros autores literarios, como así también para cineastas, periodistas y filósofos, lo cierto es que uno de los hechos más curiosos de la actualidad se desprende de uno de los más exitosos productos televisivos de los últimos tiempos: la serie Lost.

En este sentido, los creadores de dicha tira norteamericana han comentado en diversas oportunidades que para dar origen a la original serie, que se convirtió en un verdadero suceso televisivo, se inspiraron en la obra "La invesión de Morel" de nuestro admirado Bioy Casares.

Entre los muchos admiradores del escritor argentino, cuya obra se destacó sobre todo en los géneros que recorren las historias fantásticas, policiales y de ciencia ficción, se lista el notable literato Jorge Luis Borges, con quien Bioy Casares mantuvo además una profunda amistad, que lo llevó en varias oportunidades a colaborar literariamente con él.

No es de extrañar entonces, que su gran amigo y colega Jorge Luis Borges se refiriera a Bioy Casares como el H. G. Wells argentino, y expresara opiniones que enaltecían la obra creativa del escritor, como cuando en una oportunidad Borges mencionó al respecto de sus obras en conjunto: "Cuando encuentro algún acierto en los libros que hemos escrito juntos, recuerdo que ese acierto se debe a Bioy, a quien quiero tanto que considero, paradójicamente, como un hermano mayor. Siempre que dos escritores colaboran, siempre que son amigos se supone que es el mayor el que ejerce influencia sobre el menor. Pero sé que en nuestro caso no es así. Sé que le debo mucho a mi joven maestro -podría ser mi hijo- Adolfo Bioy Casares. Él me ha enseñado muchas cosas. No directamente, porque nada se enseña directamente, sino por medio del ejemplo, cortésmente, disimulando".

Pero Bioy Casares no sólo despertó favorables opiniones entre sus colegas, sus lectores y allegados, sino también logró conquistar hasta las más impenetrables mentes de los más duros críticos de la literatura, que en 1990 decidieron otorgarle el Premio Miguel de Cervantes por su trayectoria.

Con un estilo clásico y depurado, Adolfo Bioy Casares cultivó principalmente un universo imaginario, que dio origen a una gran producción literaria basada en el relato fantástico y policíaco en el que utilizó como premisa el toque humorístico para observar diversos acontecimientos inexplicables que debían enfrentar sus personajes.

No en vano, el historiador de literatura José Miguel Oviedo ha definido a la gran obra de Bioy Casares como "comedias fantásticas", sin que ello menosprecie su incomparable producción narrativa.

Y a pesar de los elementos fantásticos e irreales que brindaron permanente inspiración al autor, Bioy Casares siempre supo resolver a la perfección la inclusión de temas universales como el amor, la vida y la muerte, dentro de sus obras, manteniendo un tono directo y muchas veces irónico.

Su producción literaria comenzó a muy temprana edad, cuando Adolfo sólo tenía 11 años y dio origen a su primer relato titulado "Iris y Margarita".

Luego vendrían más creaciones donde cada obra sucesiva mostraba la evolución de la obra precedente, y fue precisamente en el año 1940 cuando Bioy Casares publicó la que se considera su más famosa novela, titulada "La invención de Morel".

Le seguirían a ésta una notable lista de producciones, entre las que no podemos dejar de mencionar las novelas "El sueño de los héroes", "Diario de la guerra del cerdo", "El perjurio de la nieve", los cuentos compilados en el libro "Historias desaforadas", sus pensamientos volcados en los ensayos "Memoria de la Pampa y los Gauchos", "Diccionario del argentino exquisito", entre otros.

Por otra parte, Bioy Casares, siempre ligado al arte, fue también el autor de algunos de los guiones cinematográficos más destacados, entre los que se inscriben películas nacionales tales como "Los orilleros" e "Invasión", entre otras.

A la par que daba origen a sus obras, el escritor volcaba su vocación en otras producciones en colaboración con otros autores. Como ejemplo de ello, podemos citar "Seis problemas para don Isidro Parodi", "Un modelo para la muerte", "Cuentos breves y extraordinarios", y "Crónicas de Bustos Domecq", creadas junto a Jorge Luis Borges, como así también "Los que aman, odian" con Silvina Ocampo, "Antología de la Literatura Fantástica" y "Antología poética argentina", junto a Silvina Ocampo y Jorge Luis Borges.

Por todo ello, debemos considerar a Adolfo Bioy Casares como uno de los escritores fundamentales para comprender la literatura argentina del siglo XX.

Para terminar de definir la gran capacidad del autor, nada mejor que citar una declaración de su entrañable amigo y colega Jorge Luis Borges en la que menciona: "Ya que yo tengo el privilegio de ser amigo personal de Bioy Casares, quiero hablar de sus principales, esenciales pasiones. Una es, desde luego, el ejercicio de las letras. El oficio de escritor es un oficio continuo, ya que no tiene, digamos, entreactos; ya que estamos continuamente pensando en la palabra justa, soñando personajes imaginarios. Vivimos en un oficio que no tiene un horario. El horario es la vida del escritor. Y Bioy Casares se ha dedicado a ese oficio plenamente. Quiero decir que ha leído, que ha escrito, que ha roto, que ha corregido y que, finalmente, con bastante desgano, ha publicado. Ha publicado, como decía Alfonso Reyes, para no pasarse la vida corrigiendo. Por eso publicamos los escritores, para cambiar de tema, para pasar a otra cosa. Pero los libros de Bioy Casares, ciertamente, no pasarán. Bioy Casares es uno de los máximos escritores argentinos".








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